Sobre mí

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Hola :)! Nunca he pensado en como describirme pero en fin, allí va: me considero una chica muy soñadora y creativa, me gusta imaginarme todo tipo de cosas. Suelo ser un poco (bastante) cabezota a veces. Me encanta salir con mis amigos, los quiero mucho y no hay nada que más valore que una amistad. Pese a ello, siempre he soñado con el chico perfecto, la cuestión es, ¿quién no?.Mi sueño es mudarme fuera de España, o a Inglaterra o a Estados Unidos. Uno de los hobbies que tengo es montar a caballo, me encanta lo que se siente encima de este animal. Además me encata la música y el deporte. Bueno esto es un poco de mi, si quereis saber más solo teneis que mirar el blog, un beso a todo :).

jueves, 29 de diciembre de 2011

Ven; abrázame, bésame y déjate llevar...

Entran cogidos de la mano. Todo está oscuro. Él, tanteando por la pared, enciende la luz. Nota como su chica se estremece ante la luz. La siente nerviosa y asustada. Le vuelve a preguntar si está segura, que no hace falta que sea ya. Ella ni asiente ni dice nada, simplemente le empuja a la pared y le besa, tímida y cortada, como cuando se besaron por primera vez. Él ya no aguanta más, le quiere; le necesita. Ahora, ya. Le coge de la cintura y la levanta para que ella enganche sus pies detrás de él, a la altura de su cintura. Lo hace y le vuelve a besar, esta vez, con pasión y agonía. Ansiosa, busca su lengua con la suya. Ambos empiezan a sentir la lujuria y la excitación. En un momento de descanso, él le mira a los ojos. Está preparada, ambos lo saben y sienten. Su chico tenía razón, todo ha salido solo. Lo necesitan, necesitan sentir cada curva de sus cuerpos y sentir los labios de su pareja en su cuerpo. Desesperadamente, ella le tira a la cama. La ropa  vuela, cayendo en diferentes partes de la habitación. Ya no queda nada que les impida continuar, dar un paso más. Él le pregunta por última vez si es realmente lo que quiere y, con un sí definitivo, empiezan a deshacerse de todas las emociones retenidas, de todas las tensiones acumuladas y de todas las discusiones provocadas.

Momentos, que explican sentimientos...

Sentimientos, que crean momentos.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Capítulo 3.

Capítulo 3


Actualidad…

Igual  que Luce, Helena también recordaba aquella historia con todo detalle. Recordaba la cara pálida y triste con la que dejó allí plantado a Jerome. Recordaba la lágrima que luchaba por salir del ojo del chico. Recordaba como sentía la mirada de Jerome, triste y decepcionada, clavada en su espalda, mientras desaparecía por el bosque. Recordaba toda la tarde que pasó llorando en medio del bosque, al lado del río. Decidió irse allí para que nadie le molestara, pero sobre todo porque una de las cosas que más odiaba Helena era que la agobiaran. Otra de las razones, era no ver a Jerome. No quería verle triste, no lo soportaría. Así que, al principio, Helena intentó evitarlo a toda costa.

Aproximadamente un mes antes…

-Helena, ¿adónde vas?- le preguntó su madre, al ver a su hija dirigirse a la puerta.
-A dar una paseo.- contestó Helena.
-¿Sola?
-Sí.
La verdad esque la madre de Helena estaba preocupada. Desde que volvió de la acampada su hija estaba muy rara. Su madre, Clarice, solo la había visto así una vez, hace un par de meses. Por eso este año tenía tantas ganas de llegar al pueblo de su madre Rosalie, Clarice tenía la esperanza de que su hija se olvidara de él. Hasta parecía que desde hacía unas semana ya recuperaba la sonrisa. Volvía a hacer bromas, jugaba con el perro y sobretodo, era más amable y cariñosa con los demás. Vamos, que Helena había vuelto a ser ella misma.
Pero cuando volvió de la acampada, Clarice se asustó mucho. Su hija estaba igual que hace dos semanas, y no hay cosa que más le duela a una madre que ver como su hija sufre. Y Clarice no es ni mucho menos una excepción.
-¿Otra vez?.- preguntó Clarice a su hija.- Esta mañana ha llamado Chloe, dice que estaban preparando una hoguera para esta tarde y también me ha preguntado que como estas y que por donde te metes, que hace más de dos días que no te ve. Parecía preocupada, ¿por qué no le llamas?- le dijo su madre, con la esperanza de que la parlanchina Chloe convenciera a su hija para salir un rato.
-Ufff…. Está bien…- contestó Helena, dándose por vencida.
Helena cambió de rumbo hacía la cocina, y cogió el teléfono. Por si acaso su madre le había mentido, buscó en la lista de llamadas el número de la casa de Chloe, pero su madre tenía razón. ‘’Maldita sea’’, pensó Helena.
Le dio al botón verde y al segundo pitido alguien descolgó el otro teléfono.
-¿Helena?- preguntó Chloe con su voz aguda, quizás un poco irritante, pero eso se debía a que casi siempre estaba gritando. Se le notaba la preocupación en la voz.
-Sí, soy yo. Dice mi madre que has llamado esta mañana… ¿qué querías?- preguntó Helena. Sin querer, la voz le había salido demasiado dura, por lo que Chloe tardó unos segundo en responder.
-Emmm… pues te quería avisar de que hoy vamos a hacer una hoguera por la noche. Lo hablamos ayer y ya hemos quedado de acuerdo todos a las siete en el Parque de al lado de casa de Jane. ¿Puedes venirte? Hace mucho que no te vienes con nosotros. Ayer Mike hasta empezó a decir que ya no te caíamos bien, que te habías cansado de nosotros…
-Tranquila, Chloe, ya sabes lo teatrero que es Mike. La verdad esque he estado ocupada con unos deberes. No teníais porque preocuparos. ¿ Aqué hora habéis quedado?.- preguntó Helena, mientras en su mente buscaba una excusa.
-A las siete.- contestó rápidamente Chloe.
A Helena no lo dio tiempo a encontrar una excusa, además, ya era hora de que saliera un poco, pese a que ello incluya volver a ver a Jerome.
-Vale allí estaré. Adiós, Chloe.
-Adiós Helena.- se despidió Chloe sonriente. ¡Lo había conseguido!
Helena colgó el teléfono y suspiró. Aún no se sentía segura de ir. La simple idea de volver a ver a Jerome le revolvía el estómago.
-Bueno, ¿cómo has quedado?- Candice acababa de entrar a la cocina con el trapo de limpiar colgado a la espalda. Estaba rezando porque Chloe la hubiera convencido.
-A las siete tengo que estar en el parque que está al lado de la casa de Jane.
-Vale cariño. Recuerda: no bebas, no hagas locuras, no te acerques mucho al fuego y a las 4 en casa. ¿Entendido?- dijo Candice interpretando su papel de madre dura, aunque por dentro se alegraba muchísimo de que su hija por fin saliera.
-Sí, mamá.- dijo Helena con una sonrisa.
-¿Aún estás pensando en dar esa vuelta?- esa pregunta sorprendió mucho a Helena.
-Sí, ¿por?- preguntó Helena, confusa.
-Porque al perro no le vendría mal un buen pase.- contestó su madre señalando a Darkness, el enorme labrador negro que la madre de Helena le había comprado a su hermana pequeña, Violet, cuando cumplió los cinco años. Darkness tenía ahora tres años, y su cuerpo irradiaba poder y vitalidad.
-Vale… ¡Darkness! ¡Vamos chico!- esas palabras eran el cielo del perro, que no tardó ni un segundo en llegar.

Eran las siete menos quarto de la tarde y Helena se dirigía hacia el parque. Aún estuvo a punto de simular dolor de barriga, pero no quería ser una cobarde.
Cuando llegó, a las siete menos cinco, solo estaba la mitad de gente. Por suerte para Helena, Jerome no estaba entre esas 8 personas.
Todos se asombraron un montón al ver a Helena. Esta, avergonzada, decidió irse hacia Chloe, que estaba ayudando a poner la mesa.
-¡Hola!- le saludó Chloe. Estaba sorprendida, pese a que su amiga le había dicho que sí que iría, de que ella estuviera allí.
-Hola… ¿necesitas una mano?- le preguntó Helena señalando la mesa.
-Una de más nunca viene mal.- le dijo Chloe con una sonrisa en la boca.
Así, poniendo la mesa y ayudando en la hoguera, transcurrieron los primeros quince minutos.
-Bueno pues ya está todo listo.- dijo Chloe con una sonrisa en la boca.- voy a saludar a la gente que acaba de llegar, ¿vale?.- le preguntó Chloe. Sabía que Helena estaba mal, por razones que nunca llegará a saber, por lo que tenía la necesidad de preguntárselo, no quería que desapareciera  de nuevo.
-Vale.- le dijo Helena con una sonrisa, pero era una sonrisa falsa, porque que se fuera Chloe significaba que le tocaba hablar con otra persona y había una casualidad de encontrarse con Jerome. Además, no sabía de qué hablar, hacía días que no veía  nadie y Helena no tenía ni la menor idea de que habían estado haciendo sus amigos. Echó un vistazo a la hoguera, la cual iba creciendo y creciendo. Cerca de allí, sentados en sillas, estaban dos de sus amigos, ninguno de ellos era Jerome, y puesto que no lo veía por alrededor de la hoguera, decidió ir hacia allá.
Helena estaba dispuesta a saludar cuando oyó a uno de los chicos preguntar por Jerome. Los chicos no se habían percatado por la presencia de Helena, porque ella se encontraba justo detrás de ellos y el sonido de la hoguera hacía imposible oír sus pasos. Así que Helena decidió quedarse allí a escuchar.
-No sé si vendrá, antes he llamado a su casa y su madre me ha dicho que sigue sin querer salir de su habitación. Según ella está así desde la acampada, pero su hijo no le ha dicho por qué.- contestó un amigo a otro.
-La verdad, es que en la acampada ya estaba así, ¿recuerdas? No le apetecía ni bañarse ni ir a dar una vuelta por el campo.- dijo el otro, negando la cabeza y mirando hacia abajo, suspirando.
-No sé qué es lo que le pasa, pero tiene que haber sido algo fuerte. Jerome no es de esos que se deprimen al mínimo comentario.
Helena retrocedió rápidamente. ‘’ ¿Yo le he hecho eso a Jerome? Tanto... ¿Tanto está sufriendo?’’ se preguntaba Helena a sí misma. Empezó a andar hacia la casa de Jerome decidida. Lo mínimo que podía hacer era darle una explicación. Jerome no se merece esto, pensaba Helena. Y menos todavía, que sufriera exactamente por ella, repetía sin parar Helena.
-¡Helena! ¿Adónde vas? Vamos a empezar a comer ya.- le dijo Chloe cogiéndole del brazo.
Por lo que a Helena no le quedó otro remedio que quedarse a cenar, no podía volver a desaparecer de la nada. Además, puede que Jerome viniera más tarde, pensó.
Pero las horas pasaron, y Jerome no apareció.


Efectos del enamoramiento.

Las mariposas inundan mi barriga, vuelan y vuelan sin detenerse.
Mis ojos brillan como nunca antes lo habían echo, pareciendo dos piedras preciosas.
Mi risa es contagiosa sea la circunstancia que sea.
Mi estúpida sonrisa no desaperece ni un momento.
Mi cerebro parece haberse esfumado, nada de lo que hago lo pienso ni tiene sentido.
Mi corazón parece el suelo de una carrera de caballos, no cesa ni un momento de latir veloz y fuerte.
Mis sueños son raros, siempre aparece la misma persona, da igual lo que esté soñando.
Mis labios tartamudean y tiemblan como gelatinas al hablar con él.
¿Estoy enamorada?