He llegado al punto en el que mi vida es como un libro. Todo es predecible, nada es espontáneo.
Estoy enredada en una rutina diaria basada en las cosas fundamentales: comer, estudiar, dormir…
Mis días, aburridos y largos, pasan por delante de mis ojos sin tan siquiera darme cuenta.
Como sin saborear.
Camino sin sentir el suelo debajo de mí.
Hablo sin pensar.
Oigo sin escuchar.
Abrazo sin sentir.
Miro sin ver.
Sonrío sin ser feliz.
Y lloro por tener una rutina diaria de que no puedo escapar.
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